Un rasgo que diferencia al ser humano de los animales, aparte de la
supuesta (porque no siempre es así) mayor inteligencia del hombre
respecto al resto de seres vivos es que la mayoría de ellos
tienen cola, mientras que nosotros no. De hecho, tanto hombres
como mujeres tenemos una cola como las de los gatos, perros
o caballos... pero en miniatura ¿lo sabías?
En
el ser humano existen toda una serie de órganos
vestigiales (órgano cuya función original se ha perdido
durante la evolución) que son fruto de la evolución de la
especie durante los últimos miles o millones de años. Durante este
período de tiempo, el hombre se ha tenido que ir adaptando a un
medio ambiente cambiante, por lo que ha tenido que hacer adaptaciones
genéticas, que han llevado a la creación de estrategias nuevas y
a la creación de nuevos órganos o al descarte de otros que habían
perdido su importancia.
Dentro
de este último grupo se encontraría la cola o rabo,
extensión de la columna vertebral que en los animales que la tienen,
se utiliza básicamente para mantener el equilibrio cuando
están corriendo a cuatro patas. Una utilización perdida en los
hombres y grandes simios, los cuales han abandonado la
posición cuadrúpeda permanente para adaptar una
posición bípeda temporal (Gorilas, chimpancés...) o
definitiva como en el caso del hombre.
En
el ser humano, el hecho de adquirir una posición erguida implicó
la pérdida de la cola, ya que no era necesaria para mantenerse en
pie. No obstante, en el devenir de la evolución, esta no ha acabado
de desaparecer del todo y se ha convertido en los huesos del coxis. O
dicho de una forma más popular: la rabadilla del culo.
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