domingo, 4 de diciembre de 2016

POEMA 1: Todopoderoso tiempo

A continuación os dejo un poema que escribí hace un tiempo sobre la fugacidad del tiempo, espero que os guste :) 

Las horas, el tiempo en general,
aquello que nunca se recuperará;
los que ya lo malgastaron
en el cielo se encontrarán,
junto con los ángeles
que siempre les sonreirán.

A los tres años
 te fascinaba la pintura.
A los doce
te maravillaba la lectura.
A los treinta
el yoga y sus posturas;
ahora te aborrece limpiar
la postiza dentadura.

Date prisa;
el todopoderoso tiempo
sumado a la vida,
resultan tres pocos días.
 Recuerda, nunca volverá
aquello que no se viva.

 Sin temor los sentimientos
en la olla hay que echar 
y removerla bien, con amor,
el ingrediente especial.

Tumbado
en este centenario árbol,
sintiendo en mi cara
los rayos de sol,
mientras a mi alrededor
 veo el farol,
de que el tiempo pasa
como la velocidad al caracol.


FUENTE:




jueves, 1 de diciembre de 2016

TEXTO 3: Mundo oscuro 2

[...] A partir de ahí, la vida de Emma se convirtió en una lucha por no perder la visión y poder volver a ser una niña normal. La primera operación fue la más complicada. Habían pocas esperanzas de que saliera de la habitación de donde la estaban operando y pudiera ver con claridad los rostros de su padres; lo que mayor preocupación les causaba.


La puerta de la habitación se abrió y salió Emma con unos enormes vendajes en los ojos, evitando que la luz del sol los dañara aún más. Sus padres preguntaron a los cirujanos cómo había ido la operación. Ellos les respondieron con un gesto claro y alegre: el pulgar hacia arriba; la operación había sido un éxito.

Todos estaban felices. Ahora Emma sólo tenía que procurar no salir a la calle cuando hiciera demasiado calor o demasiado frío para que no se dañara la cubierta que la habían incrustado en las pupilas.

Todo iba como antes, veía perfectamente. La alegría que iluminaba a ella, a sus amigos y familia empezaba a rebosar…Pero todo lo que sube, desgraciadamente, baja.

La cubierta que le pusieron no fue tan resistente como ellos imaginaban…

Emma estaba en el instituto, cuando ocurrió el mayor desastre de su vida. Al principio notó un pequeño picor en el ojo derecho. Se rascó. Al rascarse, notó algo pegajoso en sus dedos... era la cubierta, estaba rota. Una compañera suya se giró a pedirle una hoja a Emma y, como si hubiese visto a la niña del exorcismo, empezó a chillar… ¡Emma estaba chorreando sangre por su ojo derecho; demás se caerse se le había clavado la cubierta en la pupila!

Acudió lo más rápido que pudo a urgencias, pero lo más rápido no sirvió; ya era demasiado tarde, había perdido la visión de ese ojo completamente. Le cambiaron la cubierta en el ojo izquierdo poniéndole una más resistente para que no le ocurriera el episodio anterior e intentó disfrutar lo máximo posible de los meses que le quedaba de visión hasta quedarse ciega del todo; pues era una enfermedad degenerativa.

Sus padres se gastaron los ahorros que tenían guardados en visitar famosos países para que Emma pueda ver los monumentos que durante toda su vida deseaba ver. Así como la Torre Eiffel, el Big Ben, la Estatua de la Libertad y muchas pirámides egipcias (su mayor fantasía desde que las vio cuando tenía sólo cinco años por la televisión).



Tras medio año de viajes y de disfrutar al máximo cada minuto de vista llegó el día. Llegó el día que nadie quería que llegara. Emma se levantó por la mañana e intento abrir los ojos. Los abrió… pero no conseguía ver nada. Todo era negro, oscuro. La enfermedad había acabado completamente con su vista y con la posibilidad de ver el rostro de sus padres. Pero esa enfermedad no pudo con muchas más cosas.

No pudo con sus imborrables memorias y recuerdos. No pudo acabar con el cariño que tenía a sus padres, sino aumentarlo. No pudo acabar con su sonrisa ni, mucho menos, con sus ganas de vivir.

Supo salir adelante. A partir de ese día se puso a estudiar más en serio que cuando veía perfectamente. Estudiaba gracias a un aparato para invidentes comprado por su madre, cuya función era decirle lo que ponía en sus libros de forma oral. Durante esa nueva etapa su madre pensó que sin estudios su hija no iría a ningún lado, que le costaría muchísimo encontrar un trabajo adecuado para ella; por eso compró ese objeto.

Ese año su nota media fue de nueve y medio, la mejor de todo el instituto.

Su sueño cuando estaba viajando de país en país era crecer y convertirse en una mujer de los pies a cabeza, ignorando que sus ojos no podrán nunca observar todo lo que consiga. Quería tener hijos responsables y un marido que la trate como a una reina, que la quiera como a nadie en este mundo. Actualmente, su sueño está cumplido.

De repente, suena el nombre de mi parada. Me despierto de mi mundo agitando bruscamente la cabeza e, intentando limpiar disimuladamente las lágrimas de mi rostro, me despido de Emma con un abrazo eterno susurrándola al oído:

—Gracias por enseñarme el significado de la vida.

—Los sueños no se observan con los ojos ni caen del cielo por su propio peso, si quieres algo de verdad debes sacrificarte y no darte nunca darte por vencido hasta que se haga realidad—Pensaba mientras abandonaba lentamente la estación.


FUENTE: 

TEXTO 2: Mundo oscuro 1

En las dos próximas entradas publicaré un texto narrativo propio sobre la motivación para alcanzar aquellas metas que te propongas y hacer realidad todos tus sueños.

El texto trata principalmente sobre cómo una persona desesperada y casi "ahogada" por la vida lograr volver a confiar en sí mismo y logra esa motivación que tantos años había definido como inexistente:


La vida más deseada de cualquier persona es la mía. Vivo en una enorme mansión, con piscina y campo de golf. Dentro de ella trabajan treinta personas, cada una con un oficio diferente; uno hace la comida, otro limpia, otro plancha… Estoy sentado en el sofá, viendo tranquilamente uno de mis programas favoritos. De repente, el silencio se convierte en estruendo. Todo empieza a temblar. Los cuadros de las paredes se caen, empiezo a sentirme mareado y a algunos sirvientes les cuesta mantenerse de pie mientras otros ya se encuentran arrodillados en el suelo. La agitación aumenta, llegando hasta tal punto de abrirse un agujero gigante en el suelo. Todo cae en él. La escena pasa de una típica estampa millonaria a una inundada imagen con una oscuridad completa, lo más aterrador que he visto en mi vida.

Súbitamente y, tras unos escasos pero a la vez eternos y confusos segundos, levanto la cabeza, asustado. Estoy en la cama, en mi casa. Pero no en la casa de antes. Estoy en la casa donde vivo realmente. 

Al conocer la realidad de que vivir en esa adinerada mansión fue una mera fantasía, me entran ganas de llorar. Llorar de la desesperación, del enfado. ¿Por qué mi vida es tan desagraciada y patética? —pienso. Hace poco mi amor fue correspondido. Pude vivir por primera vez un amor verdadero, aquel que uno piensa equivocadamente que es para toda la vida; todo se fue al garete en un abrir y cerrar de ojos. Esa persona me abandonó y se fue con el primer crío acomodado (uno de los más ricos de la ciudad) que pareció interesarse mínimamente en ella. Posible causa del sueño anterior.

Después de reflexionar y al sentir mínimas ganas y fuerza para levantarme de la cama, aún caliente, observo a mi alrededor, intentando calmar la mente. Contemplo un espejo inútil, mas no puede reflejar un alma que en este mundo ya no existe; una estantería que se cae a trozos con muchos libros amarillentos que me traen magníficos recuerdos de mi infancia; y dos viejos armarios, uno lleno de ropa sucia y rota de cuando era joven y el otro con sólo dos prendas, un pantalón y una camiseta; lo que siempre me pongo cuando tengo que salir a alguna parte.

Después de desayunar los pocos cereales que quedaban de ayer con dos tristes gotas de leche me propongo ir encontrar a un trabajo. No es tarea fácil. De pequeño no fui a una escuela como tú o como cualquier persona. No tengo una carrera, ni siquiera acabé sexto de primaria; a esa edad estaba trabajando en el campo, sudando día y noche para ganar un sueldo miserable o dos o tres patatas para poder comer al día siguiente. Por ese mismo motivo, le doy poca importancia al trabajo que tenga que ejercer, me puedo adaptar a cualquiera.


Después de vestirme con la ropa de siempre y meterme en el bolsillo los dos euros ahorrados de toda la semana, fui a coger el tren más cercano para intentar encontrar trabajo en un barrio situado al norte, no precisamente caracterizado por la gran cantidad de trabajo que ofrecen. Pero si pagara un billete para un lugar más lejano, tendría que pagar unos céntimos más. Céntimos que significarían no comer al día siguiente. Triste pero cierto.

Llegué a la estación y me senté en una solitaria esquina. De pronto, distinguí entre la multitud una chica un tanto peculiar que un tiempo después se sentó a mi lado.
No fue una bienvenida demasiado agradecida. Me golpeó con bastante brusquedad con un misterioso bastón. Todo cambió cuando bajó la vista y me pidió perdón cuando oyó mis quejas tras el impacto de su garrote. Al observarla bien, me di cuenta al instante de que esa mujer no era una chica con un “misterioso” bastón, sino una mujer ciega.

Los diez minutos que estuvimos esperando al tren los pasamos hablando entre nosotros, de nuestros problemas, de nuestras inquietudes. Cuando por fin llegó el tren la ayudé a subir a él, cogiéndola de la mano y guiándola por el complicado camino. Nos sentamos, ella en el asiento de discapacitados y yo en el del frente. Al preguntarle por su discapacidad, me empezó a contar su historia. La historia de por qué se quedó ciega siendo simplemente una adolescente.

Cuando era pequeña no tenía ninguna dificultad visual. Al contrario, me dijo que ella era de las que mejor visión tenía de toda la clase. Todo era normal hasta que sus padres empezaron a sospechar que algo inusual estaba pasando. Se frotaba los ojos cada dos por tres; cuando hacía los deberes se le nublaba la vista, teniendo que ir cuatro o cinco veces al baño para lavarse los ojos y, cuando iba por la calle, rozaba las farolas y papeleras, evitando el choque con ellas gracias a los grandes reflejos que tenía. Algo le pasaba a sus ojos.

Sus padres eran muy cautelosos, así que llamaron a un oftalmólogo para que tratara a su hija. Después de varias sesiones, llegaron los resultados a la clínica. Al día siguiente el oculista llamó al timbre de su casa y entró desesperadamente. Tenía malas noticias.
‘’Emma (como así se llama esta chica) tiene que ser urgentemente operada’’ —dijo. Tenía una enfermedad que lentamente estaba acabando con su vista. [...]

FUENTE:

Texto propio + Imagen propia + https://pixabay.com/es/aventura-altitud-arma-ayuda-atleta-1807524/

TEXTO 1: Crítica contra el racismo

En este blog también me gustaría hablar a través de textos narrativos o poemas sobre diversos asuntos con temática actual como el racismo, las guerras o la homofobia, y otros más personales como pueden ser el amor, las enfermedades y la motivación. 

A continuación os dejo un texto propio criticando a todas esas personas que critican a una persona por su apariencia, fijándose únicamente en su color de piel: 


"Ese hombre es igual que tú, tiene pelo (bueno, no mucho…) ojos, nariz, orejas, boca, brazos, manos, dedos, piernas, pies, más dedos… Él también come, bebe, duerme, sueña… Si le haces daño, va a sufrir; no es extraterrestre, recuérdalo. Su color es unos tonos más oscuros que el tuyo ¿Y qué? Es genético, a él no le preguntaron de qué color quería salir, nadie le ofreció un papel con una gama de colores para que eligiera su preferido ni había ninguna dependienta intentando convencerlo de que escogiera los tonos más caros. Maduremos de una vez, aprende a tratar a las personas como quisieras que te trataran a ti, con respeto absoluto. No sabes la vida que ha tenido ese hombre. Fue abandonado por su verdadera y única familia en sus primeros años de vida por la pésima situación en la que se encontraban. Consiguió superar ese bache, pero a lo largo de su vida, se encontró con muchos más. Llegó a malvivir bajo un puente durante años por complicadas situaciones, sobreviviendo entre escombros; pidiendo comida en el centro comercial y dinero en la iglesia, conformándose con unos miserables céntimos para comprar una barra de pan; durmiendo entre mantas sucias y arrugadas en medio de la calle, siendo a veces pisoteado por la gente. Los días eran eternos para él en aquella esquina, sentado en el gélido suelo las frías noches de invierno y sudando a mares las calurosas tardes de verano; soñando con ser una persona como tú o como yo, con una casa a su disposición, pudiendo comer lo que le plazca y, lo más importante, una familia que le quiera. Después de todo esto… ¿Aún tienes fuerzas para criticar su color de piel?"

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